Había una vez un bosque oscuro y misterioso que se ocultaba entre las montañas. Muy pocos se aventuraban a adentrarse en él, ya que se decía que estaba habitado por espíritus malignos y criaturas de la noche. Sin embargo, la curiosidad de un grupo de amigos los llevó a desafiar los rumores y explorar el bosque escondido.
La noche en que decidieron adentrarse en el bosque, la luna estaba completamente cubierta por densas nubes, arrojando una sombra inquietante sobre los árboles retorcidos. Cada paso que daban resonaba en el silencio opresivo del lugar.
A medida que avanzaban, comenzaron a notar una extraña niebla que se arrastraba entre los árboles, envolviendo todo a su paso. La niebla parecía tener vida propia, cambiando de forma y emitiendo sonidos siniestros. Los amigos se aferraron unos a otros, tratando de mantener el valor mientras continuaban su exploración.
De repente, uno de ellos se detuvo abruptamente y señaló hacia un antiguo árbol retorcido. En el tronco del árbol, tallada en la madera oscura, había una inscripción en un idioma desconocido. La inscripción parecía vibrar con una energía malévola, como si estuviera despertando algo antiguo y maligno.
Mientras el grupo se debatía sobre qué hacer, un escalofriante susurro llenó el aire. El sonido provenía de todas partes, rodeándolos y llenando sus mentes con pensamientos oscuros. A medida que los susurros se intensificaban, las sombras de los árboles parecían cobrar vida, moviéndose y retorciéndose como serpientes acechantes.
Los amigos comenzaron a correr, desesperados por escapar de aquel bosque embrujado. Sin embargo, el bosque parecía no tener fin. Los árboles parecían moverse a su alrededor, cambiando de lugar y creando laberintos sin salida.
La paranoia se apoderó de ellos mientras sentían que algo los perseguía en la oscuridad. Oyeron risas siniestras y vieron destellos de ojos brillantes entre los árboles. La niebla los envolvía, asfixiándolos lentamente.
En su intento frenético por encontrar una salida, uno de los amigos tropezó y cayó al suelo. Sus gritos resonaron en el bosque mientras era arrastrado hacia la maleza por una fuerza invisible. Sus amigos corrieron hacia él, pero era demasiado tarde. Había desaparecido sin dejar rastro.
Llenos de terror y angustia, los amigos continuaron corriendo sin rumbo fijo hasta que, finalmente, emergieron del bosque. Se encontraron en el borde de un precipicio, con una caída profunda y peligrosa a sus pies. Habían escapado de las garras del bosque escondido, pero uno de ellos había pagado el precio más alto.
Nunca más volvieron a hablar del bosque, y cada uno llevó consigo el recuerdo aterrador de esa noche.
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